Título: NO TE OLVIDES DE VIVIR
DIRECTOR: Mark Rubio
GÉNERO: Drama
REPARTO:
Pedro: Jamie Bell
La dependienta: Ellen Page
Carlos: Paul Dano
Sonia: Evan Rachel Wood
Diego, el padre: Michael Sheen
Alicia, la madre: Laura Elena Harring
Sara: Debra Messing
MÚSICA:
“Boulevard of Broken Dreams”, Green Day ENLACE
“Human”, The Killers ENLACE
“Teenagers”, My Chemical Romance ENLACE
“El Cisne” (“The Swan”) de “El Carnaval de los Animales”, para violonchelo, de Camille Saint-Saens ENLACE
SINOPSIS:
Las vivencias de un chico que vive marcado por el divorcio de sus padres, y lo que ocurre cuando todo se le derrumba.
ARGUMENTO:
(Imagen en negro)
-- ¡No puede ser! – dice una voz joven
-- Sí cariño, lo siento, ha muerto. – contesta una voz femenina.
(Silencio, y desaparece el negro)
En la imagen se ve a un chico joven caminando por la calle. Se muestran los títulos iniciales. Finalizando cuando el joven entra en una tienda de mascotas.
-- ¿Puedo ayudarte? – Dice una dependienta de su edad.
-- Sí, venía para saber si vendéis ataúdes.
La dependienta se queda un momento mirándole con cara de broma.
-- ¿Se te ha muerto el perro?
-- No. Mi hámster.
Ella se ríe. Bajo la atenta mirada de él, que no le encuentra la gracia.
-- ¿No has oído hablar de las cajas de zapatos?
-- ¡Escúchame! Clodoveo llevaba cinco años en la familia, y era el alma de la casa. Si no vendéis ataúdes, se lo haré yo mismo. Tenga un buen día.
Ya en la casa del chico, éste se encuentra serrando unas pequeñas tablas, y montándolas con clavos.
-- Pedro, - dice su madre. – No olvides preparar tus cosas, hoy vas a casa de tu padre.
Pedro se queda un rato con la mirada al frente, y al poco tiempo continúa su labor. Finaliza su pequeño ataúd, y le pinta de negro. Va a la jaula del hámster, coge el cadáver y le introduce en el interior. Deja el ataúd dentro de la jaula.
El timbre de la puerta suena, y Pedro va a abrir. Allí se encuentra con un hombre alto, de mediana edad.
-- ¿Está Alicia en casa? – susurra.
-- Sí papá. – contesta desganado.
-- Hola Diego. – contesta Alicia incómoda, que acaba de llegar a la puerta. – Ya tiene todo preparado.
-- Me gustaría que asistieseis al funeral de Clodoveo.
-- ¿Se ha muerto Clodoveo? ¡Increíble! ¿Cuántos años tenía? ¿Seis, siete?
-- Cinco papá, me lo comprasteis cuando yo tenía doce años, justo cuando os divorciasteis.
Se hace un silencio terriblemente incómodo. Alicia mira a Pedro confusa, y Diego mantiene la mirada gacha, mientras Pedro mira fijamente a uno y a otro.
-- Si no queréis venir, me llevaré a Clodoveo y su ataúd hasta que alguien quiera celebrarlo conmigo.
Se ve como Pedro se va, dejando solos Alicia y Pedro. La tensión se masca, y sus respiraciones son muy profundas. El momento se hace eterno, hasta que Pedro vuelve con la jaula del hámster bajo el brazo.
-- Podemos irnos.
-- ¿Cómo te vas a llevar el hámster muerto? – Dice Alicia.
-- Porque el único ser que ha estado conmigo estos cinco años.
Diego y Pedro salen de case. El rostro de Pedro es impasible, camina hacia el coche, seguido de Diego que no sabe bien que hacer. En la puerta de la casa, Alicia mira la escena. Cuando el coche parte, entra, cierra la puerta, y se derrumba, llorando.
Durante el viaje en coche hay un silencio sepulcral. Diego intenta romperle.
-- ¿Qué tal el día?
-- Después del instituto fui a comprar ataúdes.
-- ¿Y qué piensas hacer este fin de semana?
-- Supongo que lo de siempre.
-- ¿Y qué es lo de siempre?
-- Deberías saberlo, paso contigo uno de cada dos fines de semana.
-- Ya vale la tontería, Pedro, - contesta Diego, claramente enfadado. – Eres mayor y deberías ser comprensivo.
-- ¿Soy mayor? Entonces se supone que debería poder votar.
-- No empieces con cachondeo.
-- Discúlpame, se me ha muerto el hámster y hoy estoy sensible.
-- La semana pasada el hámster estaba vivo.
-- Hace cinco años yo no tenía hámster. – Pedro pronuncia esas palabras con un énfasis que obliga a su padre a callar.
Pedro baja del coche, recoge su mochila y la jaula de Clodoveo, con su ataúd dentro. Sube a su habitación y se tumba en la cama. Al cabo de un rato, coge el móvil y marca un número:
-- ¿Si? – responde una voz al otro lado.
-- Tal como pensaba mis padres me han vuelto a abandonar. ¿Te vienes al funeral de Clodoveo?
-- Joder tío… ¿Quieres que pasemos la tarde de un viernes de funeral? ¿Encima de un hámster?
-- Le tenía mucho cariño.
-- Si me dices que habrá catering, quizás vaya.
-- Se podría hacer un esfuerzo. Todo sea por que Clodoveo descanse en paz.
Pedro baja las escaleras, y coge algo de la nevera. Va hacia el salón, donde está su padre viendo la tele.
-- Va a venir Carlos.
-- ¿Por qué?
-- A enterrar a Clodoveo. – Su padre le mira escéptico, - ¿vas a salir?
-- Hoy no tengo planes. Te acompaño en el sentimiento. – Se burla.
-- Eres imbécil.
Pedro sale del salón, coge su móvil y comienza a hablar.
--Carlos, no vengas. Pospondremos el evento. Te veo como siempre, en la plaza.
Se ve a Pedro en el autobús. Mira por la ventana, con la mirada perdida. Al poco tiempo le suena el móvil y contesta.
-- ¡Hey! ¡Cuánto tiempo! ¡Qué tal te va la vida!
-- Dios, Sonia, tienes el don del oportunismo.
-- ¡Lo sé! Quería hablar un rato contigo. Contarte como me va todo por aquí y tal. Ya estoy prácticamente acomodada en todo. El instituto es enorme, y mi casa… La gente es además muy maja conmigo. ¿Tu qué tal?
-- Pues se ha muerto Clodoveo.
-- ¡Tío! ¡Lo siento! ¿Le has enterrado? ¿Cuántos años tenía? ¿Seis o siete ya no?
-- Cinco, el pobrecito. Me acuerdo cuando te le presenté, que te mordió.
-- Y llevo todavía la cicatriz.
-- Para que nunca me olvides.
La conversación se detiene. Al otro lado del teléfono, se escucha a Sonia llorar.
-- Te echo mucho de menos.
-- Creo que comparto tus sentimientos.
-- Daría lo que fuera por verte.
-- Mañana celebro el funeral. Intenta venir. – ríen los dos.
-- Dudo que pueda ir hasta Navidades.
-- No creo que pueda esperar. ¿Y si me escapo? ¿Tienes una cama de sobra?
-- Que tonto eres.
-- Yo hablaba muy en serio. Odio a mis padres. Me importan lo mismo que yo les importo a ellos. Es estúpido intentar tener una conversación con mi padre, y mi madre ha dejado de preocuparse por mí.
-- Seguro que te equivocas.
-- Mis padres nunca se han preocupado de cuando empecé a beber. O de mi primer amor. Ni de a qué hora llego a casa… Únicamente guardan las apariencias.
-- Veo que la muerte te ha puesto sensible.
-- Llevo sensible desde que te fuiste.
-- Oye Pedro, he de dejarte, mis padres me llaman para cenar. ¡Pásatelo bien!
-- No se si lo lograré. Te quiero.
Tras colgar, se deja caer en el asiento del autobús, con los ojos húmedos.
Pedro baja del bus. Su cara no está como antes, ahora se le nota más alegre. Saluda muy efusivamente a Carlos, y al resto de gente que se encontraba con él. Se ve como van de un bar a otro y como bailan en una discoteca. Ríen todos juntos, y se divierten mucho. Se ve varias veces a Pedro besándose con dos chicas en la discoteca. La juerga acaba, y de nuevo nos encontramos a Pedro en el bus, pero ahora con Carlos.
-- Ha estado genial. – Dice Carlos. Pedro sube las cejas en señal afirmativa. - ¿Estás cansado?
-- Algo así. ¿Vendrás mañana al entierro?
-- Tío, lo siento, he quedado con Marta. Me había dicho que quería hacer una velada romántica. ¡Y es sábado! ¿Cómo vas a quedarte un sábado en casa?
-- Últimamente no estoy de humor.
-- Pues hoy, parecías con bastante humor.
-- Para no ahogaros la fiesta.
-- ¿Y si sales con todos estos mañana?
-- No. Si no estás tú, que me haces de enlace… Lo cierto es que no soy muy bien recibido en ese grupo. Está clarísimo que me critican sin piedad en cuanto me doy la vuelta.
-- Quizás un poco sí, pero no se lo tengas en cuenta, ponen verde a todos.
-- En ese caso, no entiendo por qué iba a salir con gente así.
Se quedan unos minutos en silencio.
-- Como mejor amigo tuyo debo preocuparme. Últimamente no eres tú. ¿Pasa algo?
-- ¿Qué si pasa algo? ¡Joder! Mis padres pasan absolutamente de mí. El amor de mi vida se ha ido, sin poder darla tan siquiera un beso, porque sabía que si lo hacía, rompería la amistad fraternal que tenemos desde la guardería. Los tíos no quieren ser amigos míos, porque me tienen como un adinerado estúpido que les opaca. Y las tías solo me quieren porque estoy bueno, pero con ninguna de ellas he sentido lo mismo que siento, solamente, cuando miro a Sonia a la cara. Tú, mi mejor amigo, has tardado siglos en hacerme esa pregunta. Mis notas bajan, porque no me centro, porque no tengo la más mínima idea de qué quiero hacer al salir del instituto. Porque mis padres nunca se han preocupado de ello. Y se me ha muerto el hámster. ¡Joder!
Pedro está gritando, con los ojos húmedos. El autobús va vacío, pues es muy de noche. Ambos se quedan un momento en silencio. Pedro se calma un poco. Y Carlos está de piedra.
-- Tranquilo. Es solo momentáneo. Todo pasará… ¿En serio que no sentiste nada con ninguna? Ni con…
-- No, nada de nada. Porque solo puedo pensar en Sonia.
-- Pero entonces, ¿todo lo que decías?
-- ¡Mentiras, querido Carlos! ¡Mentiras! ¡Estúpidas apariencias! Que me han jodido la vida. Porque la única persona que me ha apreciado ya no está.
-- ¿Y yo? – dice Carlos, extrañado.
-- Bueno… sí, estás tú.
Tras decir eso, se levanta y abraza a Carlos. Están así un rato, sin decir nada. Escuchándose los sollozos de Pedro.
-- Hago el entierro el domingo. Tranquilo, te esperaré. – las lágrimas caen por su cara.
-- Tranquilo tío. Todo pasará. Yo siempre estaré aquí. Como ejemplo te vale que hemos pasado mi parada hace cinco minutos.
A Pedro se le escapa una sonrisa y se seca las lágrimas.
Al día siguiente, Pedro se despierta. Se lava los dientes y baja al piso de abajo.
-- ¡Hola dormilón! – una voz sumamente cursi le saluda.
Pedro ve sentada en el sillón, junto a su padre a una mujer.
-- Ah… Sara… - dice desganado y pasota. – Me extraña verte aquí por la mañana.
-- Dieguín ha decidido darte una sorpresa muy especial. – se para y mira a Diego, que está embobado viéndola hablar. – Para que te pongas contento, y como tengo el día libre en el hospital, decidí venir.
-- Ten, hijo. – Diego le da a Pedro una caja rectangular envuelta.
Pedro la abre con cuidado. Y en su interior… un hámster.
-- ¿Qué significa esto?
-- Pues un hámster. – contesta Sara, jocosa.
-- No me interesa tu respuesta, querida. ¿Papá?
-- Como dice Sara. Un hámster, que estabas muy triste por la muerte de Clodoveo. ¡Se puede llamar Clodoveo II!
-- ¡Pero es que no te das cuenta! ¿Es que no ves que el hámster es lo de menos? ¿Tan ciego estás? ¿O tanto te esfuerzas en no ver?
-- No empieces Pedro.
-- ¿Qué Clodveo II? ¡Devuélvele a la tienda ya! ¡Lo que yo quiero no es otro hámster! – grita Pedro.
Se ve a Pedro realizando el mismo trayecto que al principio de la película, solo que ahora el trayecto es más corto. Y finalmente, entra en la misma tienda de mascotas. Solo que ahora lleva la caja del nuevo hámster.
-- ¿Puedo ayudarle? – dice la misma dependienta que le atendió la otra vez.
-- Venía a devolver este hámster.
La chica (de su edad) se le queda mirando pensativa.
-- ¿No eras tú el chico de los ataúdes?
-- Sí, lo era. – contesta Pedro tras un momento de estupor ante la pregunta.
-- ¿Encontraste alguno? – dice la joven, bromista.
-- No. Se lo fabriqué yo mismo.
-- A parte de sensible, manitas – contesta ella tras mirarle de abajo a arriba varias veces.
-- Venía a devolver el hámster, - repite Pedro algo cansado.
-- Así que ese hombre era tu padre… Supuse que él y el chico de los ataúdes tendrían algo en común. Pero no aceptamos devoluciones.
-- ¿Por qué?
-- Una mascota es una responsabilidad.
-- Aquí nadie me dijo que debía responsabilizarme de un nuevo hámster.
-- Oye, que es un hámster de menos de diez euros. No nos pongamos dramáticos.
-- Pero no le quiero.
-- Dáselo a tu padre.
-- Si mi padre no se ocupa de mí, ¿cómo quieres que se ocupe de un hámster?
La dependienta se queda mirándole con los ojos como platos. El silencio se hace latente y Pedro se queda con la mirada perdida en un acuario vacío.
-- Ten, - Pedro le da la jaula del hámster. – Quiero que te lo quedes tú. Acéptalo como regalo, ¿vale?
Ella se le queda mirando fijamente, estupefacta.
-- Los sábados acabo a las seis y media. Si esperas veinte minutos, hablamos de las condiciones para quedarme el hámster. Conozco una cafetería muy buena cerca de aquí.
Pedro se queda ensimismado un momento, y tras ello, hace un gesto afirmativo de cabeza, y se va de la tienda con la jaula del hámster.
A las seis y media, sale de la tienda la dependienta, y saluda a Pedro, quien está a la entrada esperándola.
-- ¿Mucho trabajo?
-- Bueno, no lo sabes tú bien. Últimamente estamos fabricando ataúdes para hámsters y no damos abasto.
Continúan andando hablando sobre trivialidades hasta llegar a un pub. Piden unas bebidas, y se sientan en una mesa.
-- ¿Cómo te llamas? – dice ella.
-- Pedro, el chico de los ataúdes. Sensible y manitas.
-- Exacto. Perfecta definición de mi imagen de ti. Yo soy Laura.
-- La dependienta que sale a las seis y media y la gusta interesarse por la vida de sus clientes.
-- ¿Me estás llamando cotilla de escalera? Te recuerdo que fuiste tú solo el que dijiste eso de tu padre. Yo ni te pregunté ni nada, querido mío.
-- Touché.
-- ¿Y has hecho funeral a…?
-- Clodoveo. Y no, todavía no le he hecho. Porque no consigo nadie con quien vivir el momento.
Laura se le queda mirando con cara divertida.
-- Mira, ¿sabes que un chico que hace funerales a su hámster es algo que no se ve todos los días? Me gustaría saber que hay en esa cabeza para tener esas ideas.
-- Quizás.
-- ¿Y será un funeral cristiano?
-- Mi hámster no era cristiano.
-- ¿Un entierro musulmán tal vez? ¿Daba vueltas en su rueda mirando a La Meca?
-- ¡Voy a meter a mi hámster en una caja y enterrarle! – dice él divertido. – Y quiero alguien conmigo porque ese hámster significaba mucho.
-- Me pregunto por qué sería ese hámster tan especial.
-- Mis padres me lo regalaron para aliviarme su divorcio.
Laura se queda callada un momento, y bebe de su refresco.
-- No hacía falta que me respondieses si no querías.
-- Debo contártelo. Si no, vas a acabar pensando que estoy loco.
-- No. Sabes, a cada cosa que me cuentas me resultas cada vez más interesante.
-- Tú no me has contado nada sobre ti.
-- Podemos contarnos cosas mutuamente.
Continúan hablando. Se dan sus móviles, y Pedro la pone la canción que en ese momento suena en el pub como sintonía del móvil. Laura le habla de sus cosas. Es música, tocando la trompeta, y trabaja en la tienda de sus tíos para ganarse algún dinero antes de acabar el instituto. Le habla de sus conocidos y sus amigos. Pedro escucha más que habla. No menciona en ningún momento más su situación con su familia y, aunque hace menciones a Sonia y dice que está lejos de él, no la dice lo que de verdad siente. Aunque sí hace menciones a lo que es criticado a sus espaldas, a que la mayoría de sus amistades le han traicionado y a que no sabe qué hacer tras finalizar el instituto. Finalizan bailando en una pequeña pista de baile. Finalmente, se van a unos sillones del bar.
-- ¿Sabes que eres increíble? – le dice ella.
-- No. Te equivocas.
-- Calla. Sé todo lo que me has contado pero… ¿Y si haces borrón y cuenta nueva? Busca nuevas amistades e intenta olvidar todas esas putadas de la vida.
-- El pasado nunca se olvida. Y por mucho que cambie de amistades, no puedo cambiar de padres.
Laura se le queda mirando fijamente.
-- Yo solo sé, que un chico que hace funerales a un hámster, tiene que ser alguien maravilloso.
-- Tú eres algo totalmente nuevo para mí.
Se quedan un rato en silencio, mirándose fijamente. La música sigue sonando. Laura se acaba acercando a Pedro y le besa. Él la abraza, y la cámara se va alejando, enfocando a todo el pub, ajeno a ellos.
Pedro va caminando por la calle. Sonríe. Es de noche. Camina solo. Comienza a oír ruidos tras él y comienza a andar más rápido. Al poco tiempo, gira, y ve como en esa calle, hay un grupo de chicos de su edad caminando en dirección opuesta a él. Se acaban cruzando, y Pedro continúa su camino. Pero tras unos metros, siente como uno del grupo se para y dice:
-- ¿Ese tío no es…?
-- ¡Sí! ¡Es él! – contesta otro.
Pedro comete el error de girarse y ve como el grupo de cinco chavales corre hacia él. Pedro no corre, sabiendo que no tiene nada que hacer. Al alcanzarle, se para y mira al que habló primero.
-- ¿Tú eras el que se estaba dando ayer el lote con mi novia en la discoteca no?
-- Sí, y que luego se fue con otra, - añadió otro.
-- Ella no me dijo que tenía novio, - se justifica Pedro.
-- ¿A caso preguntaste?
-- ¿Qué habrías hecho tú? – contesta Pedro, desafiante.
-- No te pongas gallito.
-- No se que hago aquí.
Pedro intenta salir de círculo que le rodea, pero el que habló, le empuja hacia atrás y le asesta un puñetazo en el ojo.
-- Ten claro que no te voy a dar por mi novia, si no por haberme desafiado.
-- Yo solo te he contestado a la pregunta que me has hecho.
El otro, lleno de furia, da otro puñetazo a Pedro. Entre todos, le golpean. Pedro intenta defenderse pero son demasiados. Al poco tiempo se van, dejándole allí tirado.
Haciendo un esfuerzo, se levanta y anda hasta su casa, que estaba cerca de allí. Al llegar, no hay nadie en casa, tal y como esperaba. Va al baño y al llegar se mira en el espejo. No tiene nada grave. Solo ambos dos ojos morados, la nariz sangrante, un labio roto y contusiones por el cuerpo. Se da una ducha, se pone ropa limpia, y al salir, va hacia el salón, donde se derrumba y hecha a llorar.
Tras desahogarse, levanta la vista y ve el bolso olvidado de Sara. Se acerca, y en él ve en su interior unos cuantos botes de pastillas del hospital.
Coge dos de los botes. Está totalmente pálido. Comienza hablar solo:
-- ¿A quién le importo? ¿Puedo comenzar una vida nueva? ¡Nunca podré librarme del pasado!
Habla entrecortado. De manera gutural. Y tiembla. Camina hasta el baño, y se planta delante del espejo. Se queda unos instantes mirándose, tocándose el pelo y la cara. Abre las pastillas. Coloca unas cuantas delante de él.
-- Por las mentiras. – Ingiere una de ellas.
Tarda en tragarla. Silencio.
-- Por ser un cobarde con Sonia – toma otra.
-- Por no apreciar la amistad de Carlos.
Toma otra tras una larga pausa, sus ojos se desbordan de lágrimas.
- Por…
Comienza a sonar una música a lo lejos. Es su móvil. Pedro mantiene la mirada perdida en su rostro del espejo. Se da cuenta de que la melodía que suena es la misma que escuchaba en el pub, junto a Laura.
Tira las pastillas al suelo, y con ellas todo lo que había encima del lavabo. Grita. Corre a por su móvil, y ve que es un mensaje. Le abre, y en él está escrito:
“Dame tu dirección, que dudo que halla esquela en el periódico, y quiero acudir al evento. Un besito.”
Deja el móvil en la mesa. Da una patada al sofá que está junto a él, y tira una silla. Grita. Tras eso, se derrumba en el suelo. Y llora.
Una voz le despierta. Pedro abre los ojos y junto a él se encuentra a su padre.
-- ¡Hijo! ¿Estás bien?
Pedro se despereza. Mira a su alrededor y ve como la luz del Sol entra por las ventanas de la casa.
-- ¿Qué ha pasado? – continúa su padre.
Pedro le mira.
-- Te veo preocupado. – dice Pedro, tranquilo.
-- ¿Qué ha pasado?
-- Mentiras, divorcios, infelicidad y amor, papá. Eso es lo que ha pasado.
-- ¿Cuántas te tomaste?
-- Solo tres. Tu querida Sara tuvo la brillante idea de dejarse el bolso.
-- Mira hijo, tenemos que hablar.
-- No papá, ahora no. Ahora tengo que enviar un mensaje por móvil y preparar un funeral. No intentes arreglar las cosas cuando ya es tan tarde. Debíais de haber entendido que un hámster no aliviaría el dolor. Que yo necesitaba alguien que me esperase enfadado cuando volviese tarde. Alguien que me castigase cuando tuviese malas notas. Alguien que me guiase. Alguien… Ahora, prefiero buscarme a ese alguien, pues creo que, a diferencia que la mayoría de las personas, yo no nací con él.
Se levanta y deja a su padre totalmente confundido, quien se sienta en el suelo, los ojos muy abiertos, y deja la mirada perdida en el horizonte.
Se ve la imagen de un parque. Una extensión de verde, con unos cuantos árboles. Allí, está sentado Pedro, con una pequeña caja a su lado. A su lado, llega una joven.
-- ¿Qué tal? – dice ella.
-- No me puedo quejar. Veo que vienes de negro…
-- Oye… sea o no sea de un hámster, es un funeral.
Él la mira largamente.
-- Gracias, querida dependienta, - dice finalmente.
-- Lo haría todo por ti. Eres increíble.
Se miran, agradecidos mutuamente. Casi al instante, llega Carlos.
-- Perdón por el retraso, pero no encontraba las palas. ¡Veo que ahora no somos solo dos!
Carlos y Laura se presentan mutuamente. Pedro sigue mirando el infinito.
-- ¿Cavamos el hoyo?
-- Supongo – contesta Pedro.
Los tres comienzan a cavar un pequeño agujero en terreno del parque. Cuando el agujero ya está y Pedro va a coger el ataúd, le suena el móvil. Mira a sus dos acompañantes, y contesta.
-- ¿Tu móvil tiene videollamada? – dice la voz al otro lado.
-- Sí, - contesta estupefacto Pedro.
Al segundo, la imagen de Sonia aparece en la pantalla del móvil.
-- Nárramelo, por favor. Espero no llegar tarde, - dice ella.
Pedro se la queda mirando, a través de su móvil. Una lágrima le resbala por la mejilla. Pero no le da tiempo a abrir la boca, pues la aparición de otra persona junto a ellos le sobresalta. Se gira, y contempla a su madre. Está vestida de blanco, con la mirada en el suelo. Y tras ella, ve a su padre, quien va de un negro impoluto, quien le mira a los ojos.
Pedro comienza a temblar. Los ojos se le empañan. El silencio es latente, y Carlos y Laura le miran con caras de apoyo.
-- No llores, Pedro, - dice Sonia.
Éste, todavía temblando, coge el ataúd del hámster con la mano que tiene libre. Sin decir ni una palabra, lo introduce en el agujero, y lo tapa con la tierra. Todos quedan en silencio mirando la tumba. Alicia está llorando. Tras eso, Pedro dice en voz baja, pues se ha quedado sin habla:
-- Gracias.
-- Te quiero. Nunca lo olvides, - le dice Sonia a través del móvil.
-- Nunca podría olvidarte.
Tras eso, se quedan un buen rato mirándose fijamente a través del móvil, y finalmente, la imagen se apaga.
Laura abraza a Pedro, y luego, Carlos le coge del hombro. Así, salen caminando del parque. Alicia y Diego se quedan quietos. Ella le mira a él. Le abraza, y se desahoga llorando. Tras ello, comienzan a caminar detrás de su hijo y sus dos amigos.
La cámara va haciendo un plano general de toda la escena. Los cinco personajes van desapareciendo poco a poco con la luz del Sol del atardecer.
NOTAS DEL DIRECTOR:
- La película habla sobre lo difícil que es sentirse a gusto con uno mismo en la adolescencia. Eso se ve reflejado en comportamientos como por ejemplo el hecho de que Pedro no valorase a Carlos hasta quedarse solo, o que nunca tuviese valor para decirle al amor de su vida lo que sentía, por miedo a perder su amistad, algo que siempre llevará pesándole en su conciencia. Las mentiras que cuenta para que la gente tenga una imagen buena de él.
- Todo ello, está fundamentado en dos cosas: la primera es el divorcio de sus padres. La segunda, es que nunca ha sentido nada con ninguna chica.
- Por el lado de la primera, queda claro que un chico tan sensible y necesitado de afecto como es Pedro, no puede llevar su vida con unos padres que se desentienden de él, divorciados, algo que le marcó mucho cuando era pequeño.
- Con respecto a la segunda, él tiene todas las chicas que quiere desear, por su físico, pero vive frustrado por la idea de que su gran amor no será alcanzado, lo que no le permite disfrutar. Por ello, se podría decir que esos “falsos amores” nunca han significado nada para él, y vive frustrado por el hecho de que el resto de gente sabe lo que es el amor, y él no.
- Siempre que la vida le sonríe, sucesivamente después se oscurece todo. Como cuando se sincera con Carlos en el autobús, haciendo visible ese enlace de gran amistad que tienen, seguido del encuentro con Sara y el nuevo hámster. O su la noche que pasa con Laura, seguido de la paliza que le dan. O en sentido inverso, las discusiones con sus padres son seguidas por la llamada de Sonia.
- Con Laura, descubre, por decirlo de alguna manera su “primer amor”. Confesándoselo en un momento. Ella es la primera chica que se enamora de él (nunca se llega a saber si Sonia lo estaba) por su carácter y manera de ser, y no por su físico.
- La excusa del entierro del hámster, es utilizada por Pedro para saber quienes aquellas personas a las que importa de verdad. Por ello, se siente muy emocionado y arrepentido al ver a sus dos padres allí, y al ver como Sonia se acordó de ello.
- El título, hace alusión a que pase lo que pase, la vida es lo más preciado que tenemos, y no hay que olvidarlo. Pues por muchas cosas malas que nos ocurran, siempre habrá cosas buenas. La cuestión, es a cual de esas cosas das más importancia, si a las cosas buenas, o a las malas.
- “Boulevard of Broken Dreams”, de Green Day suena en la escena inicial, cuando Pedro camina hacia la tienda de animales. Y luego se repite un pequeño fragmento de ella la segunda vez que recorre ese camino.
- Cuando Pedro y Carlos se van de fiesta el viernes por la tarde, en todas las imágenes de ellos que se muestran, suena de fondo la canción “Teenagers”, de My Chemical Romance.
- En el pub, junto a Laura, suena “Human” de The Killers. Las imágenes de ellos hablando y bailando se entrecortan con pequeños diálogos de ellos dos, en los que se cuentan cosas de sí mismos.
- Después del abrazo de Alicia y Diego, tras el funeral, la cámara se empieza a alejar mostrando ese plano general. A su vez, comienza a sonar “The Swan” (“El Cisne”), de Camille Saint-Saens, obra que forma parte de “El Carnaval de los Animales”, siendo interpretada por violonchelo y acompañamiento. Es la música que acompaña a los títulos de crédito.
- La música, exceptuando en esos casos, no se haría muy llamativa. Pues tanto en las conversaciones, en la pelea o en el intento de suicidio de Pedro, no habrá. Eso se debe a que los silencios son muy significativos en esta obra. Como mucho, algún que otro pequeño fragmento en algún momento significativo, o una variación de alguna de las obras anteriores, de manera instrumental.
- Las escenas se desarrollan tal y como está el texto. No habrá saltos en el tiempo ni flashbacks.
DIRECTOR: Mark Rubio
GÉNERO: Drama
REPARTO:
Pedro: Jamie Bell
La dependienta: Ellen Page
Carlos: Paul Dano
Sonia: Evan Rachel Wood
Diego, el padre: Michael Sheen
Alicia, la madre: Laura Elena Harring
Sara: Debra Messing
MÚSICA:
“Boulevard of Broken Dreams”, Green Day ENLACE
“Human”, The Killers ENLACE
“Teenagers”, My Chemical Romance ENLACE
“El Cisne” (“The Swan”) de “El Carnaval de los Animales”, para violonchelo, de Camille Saint-Saens ENLACE
SINOPSIS:
Las vivencias de un chico que vive marcado por el divorcio de sus padres, y lo que ocurre cuando todo se le derrumba.
ARGUMENTO:
(Imagen en negro)
-- ¡No puede ser! – dice una voz joven
-- Sí cariño, lo siento, ha muerto. – contesta una voz femenina.
(Silencio, y desaparece el negro)
En la imagen se ve a un chico joven caminando por la calle. Se muestran los títulos iniciales. Finalizando cuando el joven entra en una tienda de mascotas.
-- ¿Puedo ayudarte? – Dice una dependienta de su edad.
-- Sí, venía para saber si vendéis ataúdes.
La dependienta se queda un momento mirándole con cara de broma.
-- ¿Se te ha muerto el perro?
-- No. Mi hámster.
Ella se ríe. Bajo la atenta mirada de él, que no le encuentra la gracia.
-- ¿No has oído hablar de las cajas de zapatos?
-- ¡Escúchame! Clodoveo llevaba cinco años en la familia, y era el alma de la casa. Si no vendéis ataúdes, se lo haré yo mismo. Tenga un buen día.
Ya en la casa del chico, éste se encuentra serrando unas pequeñas tablas, y montándolas con clavos.
-- Pedro, - dice su madre. – No olvides preparar tus cosas, hoy vas a casa de tu padre.
Pedro se queda un rato con la mirada al frente, y al poco tiempo continúa su labor. Finaliza su pequeño ataúd, y le pinta de negro. Va a la jaula del hámster, coge el cadáver y le introduce en el interior. Deja el ataúd dentro de la jaula.
El timbre de la puerta suena, y Pedro va a abrir. Allí se encuentra con un hombre alto, de mediana edad.
-- ¿Está Alicia en casa? – susurra.
-- Sí papá. – contesta desganado.
-- Hola Diego. – contesta Alicia incómoda, que acaba de llegar a la puerta. – Ya tiene todo preparado.
-- Me gustaría que asistieseis al funeral de Clodoveo.
-- ¿Se ha muerto Clodoveo? ¡Increíble! ¿Cuántos años tenía? ¿Seis, siete?
-- Cinco papá, me lo comprasteis cuando yo tenía doce años, justo cuando os divorciasteis.
Se hace un silencio terriblemente incómodo. Alicia mira a Pedro confusa, y Diego mantiene la mirada gacha, mientras Pedro mira fijamente a uno y a otro.
-- Si no queréis venir, me llevaré a Clodoveo y su ataúd hasta que alguien quiera celebrarlo conmigo.
Se ve como Pedro se va, dejando solos Alicia y Pedro. La tensión se masca, y sus respiraciones son muy profundas. El momento se hace eterno, hasta que Pedro vuelve con la jaula del hámster bajo el brazo.
-- Podemos irnos.
-- ¿Cómo te vas a llevar el hámster muerto? – Dice Alicia.
-- Porque el único ser que ha estado conmigo estos cinco años.
Diego y Pedro salen de case. El rostro de Pedro es impasible, camina hacia el coche, seguido de Diego que no sabe bien que hacer. En la puerta de la casa, Alicia mira la escena. Cuando el coche parte, entra, cierra la puerta, y se derrumba, llorando.
Durante el viaje en coche hay un silencio sepulcral. Diego intenta romperle.
-- ¿Qué tal el día?
-- Después del instituto fui a comprar ataúdes.
-- ¿Y qué piensas hacer este fin de semana?
-- Supongo que lo de siempre.
-- ¿Y qué es lo de siempre?
-- Deberías saberlo, paso contigo uno de cada dos fines de semana.
-- Ya vale la tontería, Pedro, - contesta Diego, claramente enfadado. – Eres mayor y deberías ser comprensivo.
-- ¿Soy mayor? Entonces se supone que debería poder votar.
-- No empieces con cachondeo.
-- Discúlpame, se me ha muerto el hámster y hoy estoy sensible.
-- La semana pasada el hámster estaba vivo.
-- Hace cinco años yo no tenía hámster. – Pedro pronuncia esas palabras con un énfasis que obliga a su padre a callar.
Pedro baja del coche, recoge su mochila y la jaula de Clodoveo, con su ataúd dentro. Sube a su habitación y se tumba en la cama. Al cabo de un rato, coge el móvil y marca un número:
-- ¿Si? – responde una voz al otro lado.
-- Tal como pensaba mis padres me han vuelto a abandonar. ¿Te vienes al funeral de Clodoveo?
-- Joder tío… ¿Quieres que pasemos la tarde de un viernes de funeral? ¿Encima de un hámster?
-- Le tenía mucho cariño.
-- Si me dices que habrá catering, quizás vaya.
-- Se podría hacer un esfuerzo. Todo sea por que Clodoveo descanse en paz.
Pedro baja las escaleras, y coge algo de la nevera. Va hacia el salón, donde está su padre viendo la tele.
-- Va a venir Carlos.
-- ¿Por qué?
-- A enterrar a Clodoveo. – Su padre le mira escéptico, - ¿vas a salir?
-- Hoy no tengo planes. Te acompaño en el sentimiento. – Se burla.
-- Eres imbécil.
Pedro sale del salón, coge su móvil y comienza a hablar.
--Carlos, no vengas. Pospondremos el evento. Te veo como siempre, en la plaza.
Se ve a Pedro en el autobús. Mira por la ventana, con la mirada perdida. Al poco tiempo le suena el móvil y contesta.
-- ¡Hey! ¡Cuánto tiempo! ¡Qué tal te va la vida!
-- Dios, Sonia, tienes el don del oportunismo.
-- ¡Lo sé! Quería hablar un rato contigo. Contarte como me va todo por aquí y tal. Ya estoy prácticamente acomodada en todo. El instituto es enorme, y mi casa… La gente es además muy maja conmigo. ¿Tu qué tal?
-- Pues se ha muerto Clodoveo.
-- ¡Tío! ¡Lo siento! ¿Le has enterrado? ¿Cuántos años tenía? ¿Seis o siete ya no?
-- Cinco, el pobrecito. Me acuerdo cuando te le presenté, que te mordió.
-- Y llevo todavía la cicatriz.
-- Para que nunca me olvides.
La conversación se detiene. Al otro lado del teléfono, se escucha a Sonia llorar.
-- Te echo mucho de menos.
-- Creo que comparto tus sentimientos.
-- Daría lo que fuera por verte.
-- Mañana celebro el funeral. Intenta venir. – ríen los dos.
-- Dudo que pueda ir hasta Navidades.
-- No creo que pueda esperar. ¿Y si me escapo? ¿Tienes una cama de sobra?
-- Que tonto eres.
-- Yo hablaba muy en serio. Odio a mis padres. Me importan lo mismo que yo les importo a ellos. Es estúpido intentar tener una conversación con mi padre, y mi madre ha dejado de preocuparse por mí.
-- Seguro que te equivocas.
-- Mis padres nunca se han preocupado de cuando empecé a beber. O de mi primer amor. Ni de a qué hora llego a casa… Únicamente guardan las apariencias.
-- Veo que la muerte te ha puesto sensible.
-- Llevo sensible desde que te fuiste.
-- Oye Pedro, he de dejarte, mis padres me llaman para cenar. ¡Pásatelo bien!
-- No se si lo lograré. Te quiero.
Tras colgar, se deja caer en el asiento del autobús, con los ojos húmedos.
Pedro baja del bus. Su cara no está como antes, ahora se le nota más alegre. Saluda muy efusivamente a Carlos, y al resto de gente que se encontraba con él. Se ve como van de un bar a otro y como bailan en una discoteca. Ríen todos juntos, y se divierten mucho. Se ve varias veces a Pedro besándose con dos chicas en la discoteca. La juerga acaba, y de nuevo nos encontramos a Pedro en el bus, pero ahora con Carlos.
-- Ha estado genial. – Dice Carlos. Pedro sube las cejas en señal afirmativa. - ¿Estás cansado?
-- Algo así. ¿Vendrás mañana al entierro?
-- Tío, lo siento, he quedado con Marta. Me había dicho que quería hacer una velada romántica. ¡Y es sábado! ¿Cómo vas a quedarte un sábado en casa?
-- Últimamente no estoy de humor.
-- Pues hoy, parecías con bastante humor.
-- Para no ahogaros la fiesta.
-- ¿Y si sales con todos estos mañana?
-- No. Si no estás tú, que me haces de enlace… Lo cierto es que no soy muy bien recibido en ese grupo. Está clarísimo que me critican sin piedad en cuanto me doy la vuelta.
-- Quizás un poco sí, pero no se lo tengas en cuenta, ponen verde a todos.
-- En ese caso, no entiendo por qué iba a salir con gente así.
Se quedan unos minutos en silencio.
-- Como mejor amigo tuyo debo preocuparme. Últimamente no eres tú. ¿Pasa algo?
-- ¿Qué si pasa algo? ¡Joder! Mis padres pasan absolutamente de mí. El amor de mi vida se ha ido, sin poder darla tan siquiera un beso, porque sabía que si lo hacía, rompería la amistad fraternal que tenemos desde la guardería. Los tíos no quieren ser amigos míos, porque me tienen como un adinerado estúpido que les opaca. Y las tías solo me quieren porque estoy bueno, pero con ninguna de ellas he sentido lo mismo que siento, solamente, cuando miro a Sonia a la cara. Tú, mi mejor amigo, has tardado siglos en hacerme esa pregunta. Mis notas bajan, porque no me centro, porque no tengo la más mínima idea de qué quiero hacer al salir del instituto. Porque mis padres nunca se han preocupado de ello. Y se me ha muerto el hámster. ¡Joder!
Pedro está gritando, con los ojos húmedos. El autobús va vacío, pues es muy de noche. Ambos se quedan un momento en silencio. Pedro se calma un poco. Y Carlos está de piedra.
-- Tranquilo. Es solo momentáneo. Todo pasará… ¿En serio que no sentiste nada con ninguna? Ni con…
-- No, nada de nada. Porque solo puedo pensar en Sonia.
-- Pero entonces, ¿todo lo que decías?
-- ¡Mentiras, querido Carlos! ¡Mentiras! ¡Estúpidas apariencias! Que me han jodido la vida. Porque la única persona que me ha apreciado ya no está.
-- ¿Y yo? – dice Carlos, extrañado.
-- Bueno… sí, estás tú.
Tras decir eso, se levanta y abraza a Carlos. Están así un rato, sin decir nada. Escuchándose los sollozos de Pedro.
-- Hago el entierro el domingo. Tranquilo, te esperaré. – las lágrimas caen por su cara.
-- Tranquilo tío. Todo pasará. Yo siempre estaré aquí. Como ejemplo te vale que hemos pasado mi parada hace cinco minutos.
A Pedro se le escapa una sonrisa y se seca las lágrimas.
Al día siguiente, Pedro se despierta. Se lava los dientes y baja al piso de abajo.
-- ¡Hola dormilón! – una voz sumamente cursi le saluda.
Pedro ve sentada en el sillón, junto a su padre a una mujer.
-- Ah… Sara… - dice desganado y pasota. – Me extraña verte aquí por la mañana.
-- Dieguín ha decidido darte una sorpresa muy especial. – se para y mira a Diego, que está embobado viéndola hablar. – Para que te pongas contento, y como tengo el día libre en el hospital, decidí venir.
-- Ten, hijo. – Diego le da a Pedro una caja rectangular envuelta.
Pedro la abre con cuidado. Y en su interior… un hámster.
-- ¿Qué significa esto?
-- Pues un hámster. – contesta Sara, jocosa.
-- No me interesa tu respuesta, querida. ¿Papá?
-- Como dice Sara. Un hámster, que estabas muy triste por la muerte de Clodoveo. ¡Se puede llamar Clodoveo II!
-- ¡Pero es que no te das cuenta! ¿Es que no ves que el hámster es lo de menos? ¿Tan ciego estás? ¿O tanto te esfuerzas en no ver?
-- No empieces Pedro.
-- ¿Qué Clodveo II? ¡Devuélvele a la tienda ya! ¡Lo que yo quiero no es otro hámster! – grita Pedro.
Se ve a Pedro realizando el mismo trayecto que al principio de la película, solo que ahora el trayecto es más corto. Y finalmente, entra en la misma tienda de mascotas. Solo que ahora lleva la caja del nuevo hámster.
-- ¿Puedo ayudarle? – dice la misma dependienta que le atendió la otra vez.
-- Venía a devolver este hámster.
La chica (de su edad) se le queda mirando pensativa.
-- ¿No eras tú el chico de los ataúdes?
-- Sí, lo era. – contesta Pedro tras un momento de estupor ante la pregunta.
-- ¿Encontraste alguno? – dice la joven, bromista.
-- No. Se lo fabriqué yo mismo.
-- A parte de sensible, manitas – contesta ella tras mirarle de abajo a arriba varias veces.
-- Venía a devolver el hámster, - repite Pedro algo cansado.
-- Así que ese hombre era tu padre… Supuse que él y el chico de los ataúdes tendrían algo en común. Pero no aceptamos devoluciones.
-- ¿Por qué?
-- Una mascota es una responsabilidad.
-- Aquí nadie me dijo que debía responsabilizarme de un nuevo hámster.
-- Oye, que es un hámster de menos de diez euros. No nos pongamos dramáticos.
-- Pero no le quiero.
-- Dáselo a tu padre.
-- Si mi padre no se ocupa de mí, ¿cómo quieres que se ocupe de un hámster?
La dependienta se queda mirándole con los ojos como platos. El silencio se hace latente y Pedro se queda con la mirada perdida en un acuario vacío.
-- Ten, - Pedro le da la jaula del hámster. – Quiero que te lo quedes tú. Acéptalo como regalo, ¿vale?
Ella se le queda mirando fijamente, estupefacta.
-- Los sábados acabo a las seis y media. Si esperas veinte minutos, hablamos de las condiciones para quedarme el hámster. Conozco una cafetería muy buena cerca de aquí.
Pedro se queda ensimismado un momento, y tras ello, hace un gesto afirmativo de cabeza, y se va de la tienda con la jaula del hámster.
A las seis y media, sale de la tienda la dependienta, y saluda a Pedro, quien está a la entrada esperándola.
-- ¿Mucho trabajo?
-- Bueno, no lo sabes tú bien. Últimamente estamos fabricando ataúdes para hámsters y no damos abasto.
Continúan andando hablando sobre trivialidades hasta llegar a un pub. Piden unas bebidas, y se sientan en una mesa.
-- ¿Cómo te llamas? – dice ella.
-- Pedro, el chico de los ataúdes. Sensible y manitas.
-- Exacto. Perfecta definición de mi imagen de ti. Yo soy Laura.
-- La dependienta que sale a las seis y media y la gusta interesarse por la vida de sus clientes.
-- ¿Me estás llamando cotilla de escalera? Te recuerdo que fuiste tú solo el que dijiste eso de tu padre. Yo ni te pregunté ni nada, querido mío.
-- Touché.
-- ¿Y has hecho funeral a…?
-- Clodoveo. Y no, todavía no le he hecho. Porque no consigo nadie con quien vivir el momento.
Laura se le queda mirando con cara divertida.
-- Mira, ¿sabes que un chico que hace funerales a su hámster es algo que no se ve todos los días? Me gustaría saber que hay en esa cabeza para tener esas ideas.
-- Quizás.
-- ¿Y será un funeral cristiano?
-- Mi hámster no era cristiano.
-- ¿Un entierro musulmán tal vez? ¿Daba vueltas en su rueda mirando a La Meca?
-- ¡Voy a meter a mi hámster en una caja y enterrarle! – dice él divertido. – Y quiero alguien conmigo porque ese hámster significaba mucho.
-- Me pregunto por qué sería ese hámster tan especial.
-- Mis padres me lo regalaron para aliviarme su divorcio.
Laura se queda callada un momento, y bebe de su refresco.
-- No hacía falta que me respondieses si no querías.
-- Debo contártelo. Si no, vas a acabar pensando que estoy loco.
-- No. Sabes, a cada cosa que me cuentas me resultas cada vez más interesante.
-- Tú no me has contado nada sobre ti.
-- Podemos contarnos cosas mutuamente.
Continúan hablando. Se dan sus móviles, y Pedro la pone la canción que en ese momento suena en el pub como sintonía del móvil. Laura le habla de sus cosas. Es música, tocando la trompeta, y trabaja en la tienda de sus tíos para ganarse algún dinero antes de acabar el instituto. Le habla de sus conocidos y sus amigos. Pedro escucha más que habla. No menciona en ningún momento más su situación con su familia y, aunque hace menciones a Sonia y dice que está lejos de él, no la dice lo que de verdad siente. Aunque sí hace menciones a lo que es criticado a sus espaldas, a que la mayoría de sus amistades le han traicionado y a que no sabe qué hacer tras finalizar el instituto. Finalizan bailando en una pequeña pista de baile. Finalmente, se van a unos sillones del bar.
-- ¿Sabes que eres increíble? – le dice ella.
-- No. Te equivocas.
-- Calla. Sé todo lo que me has contado pero… ¿Y si haces borrón y cuenta nueva? Busca nuevas amistades e intenta olvidar todas esas putadas de la vida.
-- El pasado nunca se olvida. Y por mucho que cambie de amistades, no puedo cambiar de padres.
Laura se le queda mirando fijamente.
-- Yo solo sé, que un chico que hace funerales a un hámster, tiene que ser alguien maravilloso.
-- Tú eres algo totalmente nuevo para mí.
Se quedan un rato en silencio, mirándose fijamente. La música sigue sonando. Laura se acaba acercando a Pedro y le besa. Él la abraza, y la cámara se va alejando, enfocando a todo el pub, ajeno a ellos.
Pedro va caminando por la calle. Sonríe. Es de noche. Camina solo. Comienza a oír ruidos tras él y comienza a andar más rápido. Al poco tiempo, gira, y ve como en esa calle, hay un grupo de chicos de su edad caminando en dirección opuesta a él. Se acaban cruzando, y Pedro continúa su camino. Pero tras unos metros, siente como uno del grupo se para y dice:
-- ¿Ese tío no es…?
-- ¡Sí! ¡Es él! – contesta otro.
Pedro comete el error de girarse y ve como el grupo de cinco chavales corre hacia él. Pedro no corre, sabiendo que no tiene nada que hacer. Al alcanzarle, se para y mira al que habló primero.
-- ¿Tú eras el que se estaba dando ayer el lote con mi novia en la discoteca no?
-- Sí, y que luego se fue con otra, - añadió otro.
-- Ella no me dijo que tenía novio, - se justifica Pedro.
-- ¿A caso preguntaste?
-- ¿Qué habrías hecho tú? – contesta Pedro, desafiante.
-- No te pongas gallito.
-- No se que hago aquí.
Pedro intenta salir de círculo que le rodea, pero el que habló, le empuja hacia atrás y le asesta un puñetazo en el ojo.
-- Ten claro que no te voy a dar por mi novia, si no por haberme desafiado.
-- Yo solo te he contestado a la pregunta que me has hecho.
El otro, lleno de furia, da otro puñetazo a Pedro. Entre todos, le golpean. Pedro intenta defenderse pero son demasiados. Al poco tiempo se van, dejándole allí tirado.
Haciendo un esfuerzo, se levanta y anda hasta su casa, que estaba cerca de allí. Al llegar, no hay nadie en casa, tal y como esperaba. Va al baño y al llegar se mira en el espejo. No tiene nada grave. Solo ambos dos ojos morados, la nariz sangrante, un labio roto y contusiones por el cuerpo. Se da una ducha, se pone ropa limpia, y al salir, va hacia el salón, donde se derrumba y hecha a llorar.
Tras desahogarse, levanta la vista y ve el bolso olvidado de Sara. Se acerca, y en él ve en su interior unos cuantos botes de pastillas del hospital.
Coge dos de los botes. Está totalmente pálido. Comienza hablar solo:
-- ¿A quién le importo? ¿Puedo comenzar una vida nueva? ¡Nunca podré librarme del pasado!
Habla entrecortado. De manera gutural. Y tiembla. Camina hasta el baño, y se planta delante del espejo. Se queda unos instantes mirándose, tocándose el pelo y la cara. Abre las pastillas. Coloca unas cuantas delante de él.
-- Por las mentiras. – Ingiere una de ellas.
Tarda en tragarla. Silencio.
-- Por ser un cobarde con Sonia – toma otra.
-- Por no apreciar la amistad de Carlos.
Toma otra tras una larga pausa, sus ojos se desbordan de lágrimas.
- Por…
Comienza a sonar una música a lo lejos. Es su móvil. Pedro mantiene la mirada perdida en su rostro del espejo. Se da cuenta de que la melodía que suena es la misma que escuchaba en el pub, junto a Laura.
Tira las pastillas al suelo, y con ellas todo lo que había encima del lavabo. Grita. Corre a por su móvil, y ve que es un mensaje. Le abre, y en él está escrito:
“Dame tu dirección, que dudo que halla esquela en el periódico, y quiero acudir al evento. Un besito.”
Deja el móvil en la mesa. Da una patada al sofá que está junto a él, y tira una silla. Grita. Tras eso, se derrumba en el suelo. Y llora.
Una voz le despierta. Pedro abre los ojos y junto a él se encuentra a su padre.
-- ¡Hijo! ¿Estás bien?
Pedro se despereza. Mira a su alrededor y ve como la luz del Sol entra por las ventanas de la casa.
-- ¿Qué ha pasado? – continúa su padre.
Pedro le mira.
-- Te veo preocupado. – dice Pedro, tranquilo.
-- ¿Qué ha pasado?
-- Mentiras, divorcios, infelicidad y amor, papá. Eso es lo que ha pasado.
-- ¿Cuántas te tomaste?
-- Solo tres. Tu querida Sara tuvo la brillante idea de dejarse el bolso.
-- Mira hijo, tenemos que hablar.
-- No papá, ahora no. Ahora tengo que enviar un mensaje por móvil y preparar un funeral. No intentes arreglar las cosas cuando ya es tan tarde. Debíais de haber entendido que un hámster no aliviaría el dolor. Que yo necesitaba alguien que me esperase enfadado cuando volviese tarde. Alguien que me castigase cuando tuviese malas notas. Alguien que me guiase. Alguien… Ahora, prefiero buscarme a ese alguien, pues creo que, a diferencia que la mayoría de las personas, yo no nací con él.
Se levanta y deja a su padre totalmente confundido, quien se sienta en el suelo, los ojos muy abiertos, y deja la mirada perdida en el horizonte.
Se ve la imagen de un parque. Una extensión de verde, con unos cuantos árboles. Allí, está sentado Pedro, con una pequeña caja a su lado. A su lado, llega una joven.
-- ¿Qué tal? – dice ella.
-- No me puedo quejar. Veo que vienes de negro…
-- Oye… sea o no sea de un hámster, es un funeral.
Él la mira largamente.
-- Gracias, querida dependienta, - dice finalmente.
-- Lo haría todo por ti. Eres increíble.
Se miran, agradecidos mutuamente. Casi al instante, llega Carlos.
-- Perdón por el retraso, pero no encontraba las palas. ¡Veo que ahora no somos solo dos!
Carlos y Laura se presentan mutuamente. Pedro sigue mirando el infinito.
-- ¿Cavamos el hoyo?
-- Supongo – contesta Pedro.
Los tres comienzan a cavar un pequeño agujero en terreno del parque. Cuando el agujero ya está y Pedro va a coger el ataúd, le suena el móvil. Mira a sus dos acompañantes, y contesta.
-- ¿Tu móvil tiene videollamada? – dice la voz al otro lado.
-- Sí, - contesta estupefacto Pedro.
Al segundo, la imagen de Sonia aparece en la pantalla del móvil.
-- Nárramelo, por favor. Espero no llegar tarde, - dice ella.
Pedro se la queda mirando, a través de su móvil. Una lágrima le resbala por la mejilla. Pero no le da tiempo a abrir la boca, pues la aparición de otra persona junto a ellos le sobresalta. Se gira, y contempla a su madre. Está vestida de blanco, con la mirada en el suelo. Y tras ella, ve a su padre, quien va de un negro impoluto, quien le mira a los ojos.
Pedro comienza a temblar. Los ojos se le empañan. El silencio es latente, y Carlos y Laura le miran con caras de apoyo.
-- No llores, Pedro, - dice Sonia.
Éste, todavía temblando, coge el ataúd del hámster con la mano que tiene libre. Sin decir ni una palabra, lo introduce en el agujero, y lo tapa con la tierra. Todos quedan en silencio mirando la tumba. Alicia está llorando. Tras eso, Pedro dice en voz baja, pues se ha quedado sin habla:
-- Gracias.
-- Te quiero. Nunca lo olvides, - le dice Sonia a través del móvil.
-- Nunca podría olvidarte.
Tras eso, se quedan un buen rato mirándose fijamente a través del móvil, y finalmente, la imagen se apaga.
Laura abraza a Pedro, y luego, Carlos le coge del hombro. Así, salen caminando del parque. Alicia y Diego se quedan quietos. Ella le mira a él. Le abraza, y se desahoga llorando. Tras ello, comienzan a caminar detrás de su hijo y sus dos amigos.
La cámara va haciendo un plano general de toda la escena. Los cinco personajes van desapareciendo poco a poco con la luz del Sol del atardecer.
NOTAS DEL DIRECTOR:
- La película habla sobre lo difícil que es sentirse a gusto con uno mismo en la adolescencia. Eso se ve reflejado en comportamientos como por ejemplo el hecho de que Pedro no valorase a Carlos hasta quedarse solo, o que nunca tuviese valor para decirle al amor de su vida lo que sentía, por miedo a perder su amistad, algo que siempre llevará pesándole en su conciencia. Las mentiras que cuenta para que la gente tenga una imagen buena de él.
- Todo ello, está fundamentado en dos cosas: la primera es el divorcio de sus padres. La segunda, es que nunca ha sentido nada con ninguna chica.
- Por el lado de la primera, queda claro que un chico tan sensible y necesitado de afecto como es Pedro, no puede llevar su vida con unos padres que se desentienden de él, divorciados, algo que le marcó mucho cuando era pequeño.
- Con respecto a la segunda, él tiene todas las chicas que quiere desear, por su físico, pero vive frustrado por la idea de que su gran amor no será alcanzado, lo que no le permite disfrutar. Por ello, se podría decir que esos “falsos amores” nunca han significado nada para él, y vive frustrado por el hecho de que el resto de gente sabe lo que es el amor, y él no.
- Siempre que la vida le sonríe, sucesivamente después se oscurece todo. Como cuando se sincera con Carlos en el autobús, haciendo visible ese enlace de gran amistad que tienen, seguido del encuentro con Sara y el nuevo hámster. O su la noche que pasa con Laura, seguido de la paliza que le dan. O en sentido inverso, las discusiones con sus padres son seguidas por la llamada de Sonia.
- Con Laura, descubre, por decirlo de alguna manera su “primer amor”. Confesándoselo en un momento. Ella es la primera chica que se enamora de él (nunca se llega a saber si Sonia lo estaba) por su carácter y manera de ser, y no por su físico.
- La excusa del entierro del hámster, es utilizada por Pedro para saber quienes aquellas personas a las que importa de verdad. Por ello, se siente muy emocionado y arrepentido al ver a sus dos padres allí, y al ver como Sonia se acordó de ello.
- El título, hace alusión a que pase lo que pase, la vida es lo más preciado que tenemos, y no hay que olvidarlo. Pues por muchas cosas malas que nos ocurran, siempre habrá cosas buenas. La cuestión, es a cual de esas cosas das más importancia, si a las cosas buenas, o a las malas.
- “Boulevard of Broken Dreams”, de Green Day suena en la escena inicial, cuando Pedro camina hacia la tienda de animales. Y luego se repite un pequeño fragmento de ella la segunda vez que recorre ese camino.
- Cuando Pedro y Carlos se van de fiesta el viernes por la tarde, en todas las imágenes de ellos que se muestran, suena de fondo la canción “Teenagers”, de My Chemical Romance.
- En el pub, junto a Laura, suena “Human” de The Killers. Las imágenes de ellos hablando y bailando se entrecortan con pequeños diálogos de ellos dos, en los que se cuentan cosas de sí mismos.
- Después del abrazo de Alicia y Diego, tras el funeral, la cámara se empieza a alejar mostrando ese plano general. A su vez, comienza a sonar “The Swan” (“El Cisne”), de Camille Saint-Saens, obra que forma parte de “El Carnaval de los Animales”, siendo interpretada por violonchelo y acompañamiento. Es la música que acompaña a los títulos de crédito.
- La música, exceptuando en esos casos, no se haría muy llamativa. Pues tanto en las conversaciones, en la pelea o en el intento de suicidio de Pedro, no habrá. Eso se debe a que los silencios son muy significativos en esta obra. Como mucho, algún que otro pequeño fragmento en algún momento significativo, o una variación de alguna de las obras anteriores, de manera instrumental.
- Las escenas se desarrollan tal y como está el texto. No habrá saltos en el tiempo ni flashbacks.
Muy buena obra, muchas felicidades!
ResponderEliminaren momentos de lectura me he sentido Jamie Bell como Carlos. La verdad que me he identificado con esta obra, al momento es mi favorita.
Como minimo merece la nominacion de Jamie.
Nuevamente felicidades.
Magnífica obra, la mejor ke he leido hasta el momento, me he sentido identificado en algunas cosas, y creo que tu también estarás identificado y muchos adolescentes que la lean,una obra de fácil lectura, entretenida, inteligente, realista...MUY BUENA!!!!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarY desde el cariño, un pekeño error:
Es que cometes muchos Laísmos, como la mayoría de castellanos y Madrileños...xd
De vd te has lucido, es muyyyyyyyyy buena!!!
Me ha gustado muxo
Mark! Que obraaaa!
ResponderEliminarDe verdad y por mucho la mejor
de todas! Te superaste a ti mismo y
eso ya es decir mucho!
Recordé cuando mi hamster se murió y yo estaba solo en mi casa... como lloré! y le busqué por todos lados una cajita para enterrarlo en el patio de mi casa... jeje
Ellen Page... perfecta como siempre, nominada segura...
Jamie Bell... grande! viene fuerte este DB!
muchas pero muchas felicidades!
mi favorita hasta el momento
Me gustaría pensar que tu adolescente va a la misma discoteca que el adolescente de Triangle... sin duda, los dos personajes tienen los mismos problemas. Un retrato aniñado, aunque perfectamente válido, de lo que puede llegar a ser la adolescencia. Saludos Mark y mucha suerte! Grande Bell.
ResponderEliminarMuy buena esta obra, con el carácter y originalidad del cine independiente, combinando elementos trágicos y cómicos.
ResponderEliminarSon muy diferentes las maneras que las personas (en especial los adolescentes) asumen sus problemas y sus vidas,pero la manera en que logras representar esos sentimientos y actitudes es más que acertada, Mark.
(Una pena que los hámsters vivan tan poco...El que tuve de niño vivió año y medio, apenas...)
quiero ver la pelicula online pero no encuentro ninguna pagina
ResponderEliminarsi alguien me puede ayudar, por favor envienme un mail a fioru_96@hotmail.coom